Por: Diego Samaniego, Jefe de Finanzas Corporativas.
Un mes de fútbol, 32 países, y el mundo entero de espectador. Los clubes quedan a un lado y la gente se une por los colores de un país. La voz de la hinchada entona el himno nacional como un grito de guerra que gana partidos antes del primer silbato. La pelota empieza a girar y con ello la ilusión de los países por ganar la copa del mundo.
Este torneo de fútbol que cuenta con equipos favoritos y resultados sin lógica tiene grandes similitudes con las finanzas corporativas y la Bolsa de Valores.
Las discusiones sobre la mejor manera de jugar al fútbol son interminables y cada una cuenta con varias personalidades conocidas. Están los verticalistas, los defensivos, los del toque-toque y también los del centro-cabeza y gol. Pero, a fin de cuentas, lo más importante es ganar partidos.
Las empresas que están en Bolsa juegan sus partidos con reglas claras como las del fútbol, pero con distintas estrategias financieras. La historia ha demostrado a lo largo del tiempo que dos empresas que hacen lo mismo, pero aplican distintas decisiones financieras pueden obtener resultados diferentes. Algunas ganan muchas finales y otras quedan por el camino.
El ganador del mundial no solo se queda con la copa del mundo, sino que además obtiene: premios económicos, jugadores más valorados, más camisetas vendidas, renombre del país y una privilegiada ubicación en el ranking de las mejores selecciones del mundo.
A diferencia del mundial de fútbol en donde solo hay un campeón, el mercado de valores ofrece un campeonato en donde varias empresas pueden ocupar los primeros lugares de un ranking que premia a los negocios que generan más beneficios anuales y mayor rentabilidad.
Y así como en el fútbol en donde el campeón se queda con la copa, las empresas más rentables de la Bolsa obtienen sus premios en forma de: mejores tasas y mayores plazos de financiamiento, además de captar el interés del público inversionista.
